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UN LIGERO MARGEN DE ESPERANZA SERÍA GANANCIA

Guillermo Fabela Quiñones


Al paso de los años se confirma que la humanidad entró en el tobogán de la decadencia con el fortalecimiento de la desigualdad como motor de la economía y del desarrollo. En el modelo neoliberal, las élites del poder encontraron el medio idóneo para aprovechar en su exclusivo provecho las innovaciones científicas y tecnológicas, mediante las cuales en sólo cuatro décadas les proveyeron beneficios que no consiguieron en dos siglos de la llamada Revolución Industrial. En la actualidad, son evidentes las consecuencias de los desequilibrios que se generaron en el mundo por el predominio de un capitalismo sin contrapesos.

Siguen siendo válidas las palabras del notable científico de origen alemán que vivió en México largo tiempo, Erich Fromm: “La crisis humana contemporánea ha conducido a una retirada de las esperanzas y de las ideas de la Ilustración, bajo cuyos auspicios comenzó nuestro progreso político y económico” (Ética y psicoanálisis FCE). Nuestra realidad patentiza con creces que de poco le sirve al ser humano la experiencia histórica si no es capaz de sacar lecciones provechosas. Acaba imponiéndose el instinto bestial, ajeno a un elemental raciocinio, incluso renovado y aún más salvaje por el afán de dominación del primitivo “macho alfa”.


TODO APUNTA A CONSOLIDAR UN REGIMEN “GATOPARDISTA”


Las dos sangrientas guerras mundiales del pasado siglo no fueron suficientes para enseñar a los súper poderes fácticos que con la violencia más extrema lo que se consigue es un costoso regreso a lo elemental. Nos están llevando nuevamente hacia una espiral de horrores cada vez más dantescos, que irá en aumento en la medida que los ciudadanos comunes no tengan la capacidad de discernimiento sobre las causas y efectos de los fenómenos sociales, económicos y políticos que nos llevan a actuar como una masa más parecida a manada que a un contingente humano.

Todo lo anterior viene a cuento por lo que estamos viendo a nivel internacional y nacional, cuyo común denominador es el irrefrenable deseo de poseer más que los demás y disfrutar los privilegios que se derivan de lograrlo. En lo global, el Grupo de los Siete, con el liderazgo de Estados Unidos, pretende abrir nuevas posibilidades de beneficios económicos con la guerra en Ucrania; en lo nacional, las cúpulas beneficiarias del neoliberalismo no cejan en su empeño de continuar usufructuando las prebendas de que gozaron durante cuatro décadas, aprovechando las contradicciones de un mandatario que llegó al poder presidencial sin otro objetivo que apuntalar un régimen claramente “gatopardista”.

La realidad nos está demostrando la agudeza de la observación de Fromm; la crisis humana no sólo aumentó al arribar al nuevo milenio, sino que se agravó en todos sus componentes, una vez que se consolidó un mundo unipolar con el desmembramiento de la extinta URSS. En los llamados países emergentes, su situación se complicó en grado extremo por la desigualdad que produjo el neoliberalismo, cuyo fracaso como modelo económico se busca ocultar con diferentes mecanismos, entre ellos la guerra en Ucrania. En nuestro país, aplastado literalmente por el peso de la súper potencia que más se benefició tras las dos grandes guerras del siglo veinte, nos encontramos empantanados casi hasta la cabeza.


EL PRESIDENTE SE ATÓ DE MANOS A SI MISMO AL INICIO DEL SEXENIO


Ahora se resiente el gravísimo error estratégico del arranque de la llamada Cuarta Transformación con políticas públicas que hubieran llevado a cabo cualquiera de sus adversarios, del PRI o del PAN, en caso de haber resultado beneficiados por el dedo de los poderes fácticos trasnacionales. Seguir debilitando al sector público lo hubieran hecho de mil amores, sin ninguna reticencia, sin el disfraz de la “austeridad republicana” que permitió ponerle la soga al cuello al proyecto con el que se comprometió el mandatario durante su campaña. El presidente López Obrador se hizo harakiri, conscientemente, desde luego, y ahora paga las consecuencias.

Esto se trató de justificar con un supuesto freno a la corrupción, que en los hechos resultó un fracaso. El mejor ejemplo lo tenemos en el organismo creado en este gobierno llamado Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), en el cual se han realizado desfalcos que podrían alcanzar la suma de 10 mil millones de pesos, en operaciones fraudulentas con granos básicos, leche y pesticidas en detrimento de Diconsa y Liconsa.

Este es sólo un caso de los muchos que han trascendido a los medios, que resulta inútil achacar a sexenios anteriores, pues si bien datan de esa etapa, bien pudieron frenarse con la nueva administración. En vez de actuar como era lo que se esperaba, continuaron como entonces; un notable ejemplo se observa en el trasiego fraudulento del pago de las pensiones de los maestros jubilados por cuenta del ISSSTE. Se les sigue pagando con la Unidad de Medida y Actualización (UMAS), que equivale a menos de un peso, además de no pagarles sus prestaciones completas.


DEMAGOGIA MINIMIZA PARADOJICAMENTE AVANCES CONCRETOS


En la medida que se acerque el fin del sexenio irán saliendo a la luz acciones imposibles de ocultar, gracias a lo que el mandatario llamó “benditas redes sociales”. Pero sobre todo a la imposibilidad objetiva de pretender seguir la senda de la demagogia como principal arma de comunicación política. Los hechos concretos acaban desentrañando la verdad, en todos los ámbitos de la vida de los pueblos y las naciones, pese al control exhaustivo de los medios masivos y de las instituciones al servicio de los poderes fácticos. Paradójicamente, tal situación minimiza avances positivos concretos, como los que sin duda ha tenido el gobierno de López Obrador, como el rescate de la política energética en beneficio del país; restituir en más de 70 por ciento el poder adquisitivo perdido en los últimos treinta años, medida que se verá muy mermada con la inflación galopante.

Otro ejemplo en esta dirección es la reforma electoral, sin duda necesaria para racionalizar un gasto injustificable, aunque conviene se haga dentro de un marco reformista completo, imposible de concretar sin un Estado de derecho pleno del cual carecemos, el principal reto que soslayó el mandatario. Se toma más bien como un arma distractora, no como una medida fundamental para mejorar la vida cívica del país. Esto es así porque problemas estructurales de fondo se mantienen intocados y no se observa voluntad política para abordarlos en serio. La pobreza sigue su curso ascendente, con dos millones más que hace tres años (Cepal); la inseguridad ha tenido un crecimiento exponencial, independientemente de las causas, las cuales permanecen intocadas; así lo patentiza la impunidad, flagelo imbatible. ¿Qué más quisiera uno que la realidad nos diera un ligero margen de esperanza?


MemoF.Q@hotmail.com

@VivaVilla_23



Los artículos e ideas aquí plasmados, son responsabilidad de los autores y no corresponden necesariamente con el criterio editorial de ciencialibertad.org


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