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  • Foto del escritorLibertad Diario

¿ POR QUE JAVIER MILEI GANO LA PRESIDENCIA ?

ARGENTINA INICIA SU DEBACLE POSNEOLIBERAL CON JAVIER MILEI EN LA PRESIDENCIA


Después del triunfo del ultraderechista Javier Milei, quien ganó los comicios en Argentina para ejercer el poder con un programa radicalmente conservador, en América Latina surge la pregunta de la que se esperan respuestas razonables: ¿Por qué ganó Milei las elecciones? Su contundente victoria en la segunda vuelta, que Sergio Massa, el candidato oficialista, aceptó incluso antes de que se conociera el resultado, obliga a reflexionar para encontrar respuestas. Podría aventurarse la hipótesis de que son dos las causas de la derrota del grupo que ejerció el poder a partir del año 2003, cuando Néstor Kirchner gana la Presidencia: la ineficacia para ejercerlo, y el incumplimiento del compromiso de consolidar un proyecto en verdad progresista.


LA ELITE OLIGARQUICA SEMPRE HA TENIDO CONCIENCIA DE CLASE


Aunque aún queda la posibilidad de que la cordura en un Congreso donde Milei tiene minoría, ponga freno a los excesos que sobrevendrán una vez que gobierne para favorecer a la élite oligárquica sumisa a Washington, la realidad objetiva no deja mucho margen para ser optimistas: las fuerzas conservadoras siempre han tenido plena conciencia de clase, de élite superior con la que ha podido sobrevivir en condiciones desventajosas. Esta conciencia pocas veces la han tenido las clases populares, sobre todo en la gran nación austral donde los liderazgos han sido ejercidos sin un auténtico compromiso con la organización de las masas, desde que Juan Domingo Perón se convirtió en el factótum del Partido Justicialista, incluso en el exilio después de ser derrocado por los militares en 1955.

El hecho concreto es que 56 por ciento de los votantes se inclinó por un ultra reaccionario que sin ambages prometió entregar el Estado a intereses antidemocráticos y plenamente comprometidos con la Casa Blanca y el Pentágono, que sólo podrán mantenerse al frente de las instituciones con el uso de las fuerzas armadas. Lo absurdo es que, a pesar de que muchos de esos votantes estaban conscientes de ello, y no tener nada que ganar con el cambio de régimen, aun así sufragaron en favor del representante más grotesco del conservadurismo en los últimos tiempos. De ahí surge la hipótesis de que su apuesta es que él mismo se desgaste pronto, con sus despropósitos para acrecentar su popularidad; le apuestan también a una crisis extrema que sólo podría superarse con la participación consciente de los trabajadores y clases medias progresistas.


EN EL ACTUAL CONTEXTO LAS ELITES BUSCAN PRETEXTOS PARA DESATAR SU FURIA


Con todo, lo único seguro es que eso sería el pretexto para desatar una represión sangrienta que abriría las puertas de nuevo al militarismo más experimentado de la Patria Grande, con el beneplácito de la Casa Blanca, independientemente del partido que esté en el poder. En consecuencia, la barbaridad de haber entregado el voto a Milei, con la remota posibilidad de acelerar una crisis en la derecha, se revertiría de modo salvaje e irracional contra quienes se dejaron llevar por motivaciones tácticas, sin una elemental visión estratégica.

El voto de castigo contra el Partido Justicialista, por su incumplimiento de compromisos con las clases mayoritarias, a final de cuentas será un gravísimo error sin posibilidad de corregirse. Esto no lo tuvieron en cuenta los dirigentes del justicialismo, para advertirlo a tiempo y evitar el descalabro. Ahora lo que queda es que la lección que deja este proceso electoral se tome en cuenta en América Latina, particularmente por los partidos de izquierda. Es muy probable que la desesperación de los pueblos oprimidos, los cuales a final de cuentas se ven defraudados, sea encauzada de modo irracional en la medida que no surjan liderazgos con visión estratégica y un compromiso insobornable para encabezar cambios de fondo en la distribución de la riqueza y en el usufructo del poder del Estado.


EN MEXICO NO HAY OTRA OPCION QUE CUMPLIR COMPROMISOS


Para nuestro país la lección es muy clara: no hay otra opción que cumplir los compromisos por los cuales la Cuarta Transformación abrió las puertas de un régimen que ponga punto final a un proyecto antidemocrático, excluyente, clasista, categorías que engloba el neoliberalismo. Esto ya lo tiene grabado en su conciencia una mayoría que vio renacer la esperanza de cambios favorables largamente pospuestos. No habrá otra oportunidad de apuntalar la transformación a la que se comprometió el presidente López Obrador desde los inicios de su campaña, mismos que tendrá que retomar la actual abanderada de la 4T, con la seguridad que le otorgaría el voto mayoritario que, por ahora, tiene garantizado por la inercia de los acontecimientos.

Nunca, como en la actualidad, están dadas las condiciones para que quien asuma el relevo en Palacio Nacional, en nombre de la 4T, prosiga un programa gubernativo de modo tan favorable, tanto a nivel nacional como internacional. Lo podrá lograr, sin duda, en la medida que no haya desviaciones ideológicas, se actúe con sensatez y sentido común, y se controlen ambiciones que comprometan el futuro del país.

Es mucho lo que está en juego en el último año del gobierno del presidente López Obrador. Para decirlo en unas cuantas palabras: nada menos que la consolidación de un proyecto de nación progresista, incluyente, con un Estado de derecho consolidado, conforme al imperativo de neutralizar las ambiciones de la élite oligárquica ultra reaccionaria por hacer retroceder a México a la etapa inicial del neoliberalismo, el año 1983, cuando se crearon las condiciones para excluir a las clases mayoritarias del proceso que llevaría al grupo tecnocrático a entronizarse en el poder, no obstante las cerca de cuatro décadas que lo ejerció por conducto del PRIAN.


AUTOCRITICA COMO ARMA EFICAZ PARA NO PERDER EL RUMBO

En las filas del frente opositor, que encabeza Xóchitl Gálvez, se marcó la diferencia con el proyecto transformador al mostrar su beneplácito por la victoria de Milei, cuyo programa no deja lugar a dudas del retroceso gravísimo que le espera al pueblo argentino. ¡Se le quiere llevar a un neofeudalismo donde sólo los barones del dinero tendrían cabida para fortalecer sus intereses particulares sin asumir obligaciones sociales ni compromisos políticos!

De ahí el imperativo de cerrar filas en torno al proyecto transformador, particularmente en las cúpulas partidistas; ver la realidad con visión estratégica; anteponer el imperativo de consensuar un programa con tácticas viables; dar cabida a una autocrítica que permita orientar el rumbo de manera constante y oportuna. Nada es más perjudicial, en la vida privada y en la política, que las rebatiñas por una herencia que aún está en litigio. La experiencia al respecto adquirida en el pasado es aleccionadora. Lo ocurrido en Argentina es la mejor demostración de la falta de autocrítica en las filas progresistas y democráticas.



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