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OTRA VEZ EMERGE LA PERCEPCION COMO CAUSA

Guillermo Fabela Quiñones


En el último bienio del sexenio, México se perfila a confrontar una realidad inédita, en cuanto que quien conduce las instituciones federales dejará inconcluso el proceso de transformaciones históricas que se había comprometido llevar a cabo. Es válido afirmarlo por la certeza de que el presidente López Obrador no muestra elemental intención de cambiar el rumbo de su gobierno, conforme al imperativo de sujetar las políticas públicas a las exigencias de la realidad social, política y económica que demandan atención prioritaria, muy por encima de su estilo personal de gobernar.

Esto se observó con plena claridad al continuar aferrado a su diagnóstico sobre las causas de la exacerbación de los problemas de inseguridad en las calles, violencia y criminalidad en ascenso y protestas cada vez menos soterradas por la carestía de la vida. En principio, parte de una realidad que debió haber atendido al inicio de su mandato: las dramáticas consecuencias del neoliberalismo, que no sólo no enfrentó, sino que las asumió para que continuarán su curso inercial. Su discurso condenatorio de las mismas, en esta etapa del sexenio, se le está revirtiendo, no porque los conservadores así lo quieran sino por sus propios errores.


LA DEMAGOGIA PIERDE EFECTO CON EL ABUSO Y EL CINISMO


El fundamental de estos es la subestimación que tiene del pueblo, al que considera una masa fácilmente manipulable, de ahí su demagogia persistente que a estas alturas no tiene el efecto que tuvo en los primeros meses de su mandato. La realidad la ofrecen los hechos, que se trasmiten por las redes sociales de modo paralelo a los medios de comunicación tradicionales; no es la percepción, como afirma, la que domina en la opinión pública, sino lo que se mira objetivamente sobre lo que está ocurriendo en el país. No se pueden magnificar o minimizar hechos que se están viendo en las pantallas televisivas o se escuchan en la radio.

En cuanto a las causas específicas, no es serio afirmar que se trata de acciones orquestadas por sus adversarios y por los conservadores en alianza con cárteles delictivos. Si ese fuera el caso, querría decir que tales grupos han rebasado la capacidad del Estado para ejercer su responsabilidad fundamental de garantizar la seguridad de los ciudadanos. La realidad contundente es que el crimen organizado actúa con una impunidad que desmoraliza a la sociedad; que para nada ha servido el apoyo extraordinario a las Fuerzas Armadas, y que de nada servirá que la Guardia Nacional pase al control pleno de la Secretaría de la Defensa; que lo que se busca con esta medida es legitimar la militarización del país, no para beneficio de los ciudadanos sino para apuntalar un Estado de excepción por encima de su estructura civil.



NO HAY TERRORISMO, SÍ CRECIENTE DESMORALIZACIÓN SOCIAL


Desde luego, conforme a la experiencia histórica, los sectores que son afectados por cambios en la cúpula del poder político, siempre actúan con el propósito de recuperar los privilegios perdidos. Más aún si se les dan facilidades para ello, tanto por acuerdos preestablecidos como por intereses coyunturales a fin de hacer negociaciones cupulares si no existe voluntad política real de profundizar cambios estructurales, como es el caso con el actual régimen llamado de la Cuarta Transformación. Acusa el mandatario que hubo “mano negra” en los hechos violentos ocurridos la semana pasada, los cuales fueron más llamativos por la sincronización con que se llevaron a cabo en varias entidades federativas.

Si tal es el caso, la Fiscalía General de la República debería estar actuando para detener a los protagonistas no sólo materiales sino intelectuales de tales desmanes, orientados a dar la percepción de que hay “terrorismo” en México. No hay visos de que se quiera seguir por esta pista, la cual llevaría a enrarecer aún más el ambiente sociopolítico nacional, pues no se tendrían pruebas concluyentes de la supuesta alianza de los cárteles con grupos conservadores, como asegura el Presidente. Lo que queda en el ánimo de la ciudadanía es la incapacidad del gobierno federal para cumplir con su irrenunciable responsabilidad de garantizar la seguridad pública.



¿QUÉ NOS DICE EL TRAGICO SUCESO EN LA MINA EL PINABETE?


Sobre todo, cuando la impunidad es el común denominador en el sexenio, aunque para el mandatario ya quedó atrás al igual que el neoliberalismo y sus políticas públicas. La realidad, no la percepción, nos indica que siguen vigentes ambos fenómenos lacerantes. El trágico accidente en la mina El Pinabete, que pudo haberse evitado no sólo con las debidas previsiones que debieron tomar las secretarías del Trabajo y de Economía, sino con la finalización de concesiones desde inicios del sexenio por las terribles irregularidades que presentan los yacimientos, es una prueba de que tanto la impunidad como el neoliberalismo están tan vivos como en el pasado.

Acusó el mandatario que, como habrá elecciones en Coahuila el próximo año, “ya andan zopiloteando, van a querer atacar por ahí, pido a la gente del estado no dejarse manipular”. Pero la realidad muestra que quien se adelantó al proceso es el subsecretario Ricardo Mejía Berdeja, quien ha desplegado una campaña propagandística con costosos espectaculares en diversas carreteras de esa entidad para promocionar su candidatura. El problema en este caso es que tiene nexos con empresarios carboníferos, entre ellos los concesionarios de la mina siniestrada que tiene bajo sus profundidades a diez miserables mineros cuyo rescate con vida parece cada día una misión imposible.



NO HAY UNA REFLEXION SERIA SOBRE LA REALIDAD IMPERANTE


A lo anterior se suma la polarización que el propio Presidente asumió como parte medular de su estrategia política, la cual se le está revirtiendo por una razón muy simple: fueron demasiadas la expectativas que generó durante su campaña, incluso entre los medios de comunicación que le dieron el beneficio de darle un buen tiempo para demostrar con hechos su capacidad de generar resultados. En vez de actuar con un sentido constructivo, de reconciliación nacional, como era lo aconsejable ante la dramática descomposición social legada por el neoliberalismo, se dedicó a profundizar el odio de clase contra las élites y de éstas contra quienes consideran “chairos”, es decir la plebe de por sí satanizada por la “aristocracia” excluyente.

Lo más lamentable de todo esto es que tampoco hay visos de que se quiera hacer una mínima reflexión seria sobre la realidad imperante, con un sentido objetivo incuestionable, como se advirtió el pasado martes 16, al afirmar en la mañanera que “en la última encuesta de ingresos familiares, los pobres aumentaron sus ingresos, y se debe a tres factores: programas del bienestar, aumentos a salarios y aumentos de remesas… vamos bien”. Tales palabras patentizan un desconocimiento absoluto de la verdad, o un cinismo comparable al de sus adversarios neoliberales.

Twitter: @VivaVilla_23


Los artículos e ideas aquí plasmados, son responsabilidad de los autores y no corresponden necesariamente con el criterio editorial de ciencialibertad.org


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