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ESCENARIO PARADOJICO AL INICIO DEL CUARTO AÑO

Guillermo Fabela Quiñones

APUNTES…


Contra el triunfalismo de quienes están al frente de los poderes de la República, llega al fin del año en circunstancias dramáticas que presagian males mayores en todos los ámbitos de la vida pública. Es preciso decirlo sin cortapisas para que la ciudadanía no minimice los riesgos que sobrevendrán los próximos meses, ante la avalancha de propaganda oficial orientada a ocultar hechos incontrovertibles, como el incremento de la violencia, la pobreza, la desigualdad y la fragilidad del estado de derecho.

El régimen de la Cuarta Transformación llega a su cuarto año con grandes déficits, los cuales no son achacables al surgimiento de la pandemia que azotó a la humanidad, sino a un modo de gobernar que activó los despropósitos del neoliberalismo, contrariamente a lo que se podía esperar de un mandatario que se hizo popular por sus promesas de democratizar la vida pública. Esto no ha sucedido, lo patentizan hechos cuyo propósito es fortalecer a la institución presidencial bajo el disfraz demagógico de la división de poderes y de una supuesta participación del pueblo en la democratización del país.


MIENTRAS LAS CUPULAS ESTEN SATISFECHAS EL RUMBO SEGUIRA


Tan paradójico escenario ha sido el mayor éxito del presidente López Obrador, con el cual busca afianzar su poder transexenal una vez consolidada la concentración que programó llevar a cabo en los primeros tres años del sexenio. El arma táctica ha sido la “austeridad republicana”, con la doble finalidad de poner fin a lo que obstaculiza su estrategia de centralizar el presupuesto público y apuntalar la operatividad de los programas asistencialistas que le permitan una clientela política en ascenso, tanto por la inercia del proceso empobrecedor como por la cautividad de quienes ven en los “apoyos” bimestrales la única vía de obtener un magro ingreso.

Aunque la realidad tan dantesca que se vive en muchas partes del país demuestre que falta mucho por hacer para decir que se avanza conforme a las expectativas que motivó en su campaña por la Presidencia, mientras las cúpulas del poder económico estén satisfechas, el rumbo seguido a la fecha seguirá igual en lo que resta del sexenio, con los ajustes tácticos que sean necesarios en la estructura del Ejecutivo. El fondo del tema del ejercicio del poder es ese: mantener tranquilos a los señores feudales que se entronizaron durante el periodo neoliberal.

Esto lo ha conseguido con habilidad manifiesta. Necesitaban a un mandatario como el ocupante de Palacio Nacional, que les garantizara mantener una gobernabilidad sin fisuras como las que surgieron en el transcurso del régimen neoliberal, por la incapacidad de los sucesivos presidentes de esa etapa (con la excepción de Carlos Salinas de Gortari) para empatar su capacidad tecnocrática con el imperativo de convencer a las clases mayoritarias sobre los objetivos del régimen, sin poner en riesgo los resultados, como sucedió cuando Enrique Peña Nieto consideró que había llegado el momento de imponer contrarreformas constitucionales al gusto de la élite oligárquica.


DILEMA A ENFRENTAR: QUÉ TANTA CONFIANZA SIGA GENERANDO


Era la gota que faltaba para que el vaso de hiel se derramara, después de los desmanes, abusos y despropósitos sin freno de su antecesor, Felipe Calderón. Al extraordinario caudal de violencia extrema que dejó el panista con su irresponsable y criminal guerra contra el narcotráfico, se sumó la extravagante frivolidad y desenfreno corruptor del priísta, lo cual creó una mezcla de intereses muy peligrosos que dieron pábulo al temor de que la “olla” social en ebullición estallara. De ahí el despegue de quien se calificó como “un peligro para México”.

En tres años de gobierno de la 4T, quedó claro que la clase política se equivocó al querer asustar a los grandes intereses creados con un fantasma comparable al de quienes acusaban de “comunistas” a todos los disidentes del régimen. La cúpula del poder económico no se equivocó al dar su visto bueno al empoderamiento del actual mandatario. Lo acaba de señalar claramente Ana Botín, presidenta de Banco Santander: “Confiamos en México y vamos a seguir invirtiendo como lo hemos hecho hasta ahora”.

El problema de fondo es qué tanta confianza pueda lograr López Obrador en las clases mayoritarias, incluidas las clases medias, el próximo año cuando empiece a naufragar su estilo personal de gobernar y las limosnas asistencialistas demuestren su inviabilidad política y cuantiosa irresponsabilidad económica.


Twitter: @VivaVilla_23




Los artículos, posiciones e ideas son responsabilidad de los autores y no corresponden necesariamente con el criterio editorial de ciencialibertad.org

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