Guillermo Fabela Quiñones
APUNTES…
Con el caudal de protestas contra el presidente Donald Trump en aumento por su modo autoritario de ejercer el poder, al igual que su injustificable calentamiento de provocaciones contra el gobierno chino, el mundo enfrenta una amenaza de gravísimas repercusiones en los meses venideros, de las cuales no estaremos a salvo los mexicanos. El riesgo mayor es la voluntad nada oculta del inquilino de la Casa Blanca de llevar a cabo un acto histórico que pondría fin al mito de la democracia estadounidense y desenmascararía el rostro del nazismo del siglo XXI: un virtual golpe de Estado si desconociera el resultado de las elecciones de noviembre.
Los patrocinadores del magnate saben que será materialmente imposible, o muy difícil, que alcance una victoria legítima en las urnas. Su electorado se ha venido reduciendo los últimos cuatro meses, no sólo por el pésimo manejo de la pandemia por el propio mandatario, sino por las consecuencias de una política interior clasista, racista, mediocre, caprichosa, orientada a favorecer métodos contrarios a los tradicionales valores del pueblo estadounidense: la honestidad en la vida pública, el respeto a la libertad ciudadana, la inviolabilidad de las instituciones fundamentales del Estado.
LA POLARIZACIÓN INTERNA EN EU VA EN AUMENTO
Por ahora no se vislumbra la posibilidad de que la realidad tan dramática que vive el principal imperio surgido después de la Segunda Guerra Mundial cambie favorablemente. La polarización interna va en aumento, acuciada por el propio Trump con sus declaraciones altisonantes y amenazas que se están concretando en una represión cada vez más violenta. Es cierto que el estilo personal de gobernar del magnate se sostiene en sus tácticas de llevar al límite del paroxismo a sus adversarios u oponentes, pero siempre tenía una salida antes de llegar al precipicio.
No es el caso en este momento, cuando ha estado cerrando todas las salidas en su afán de asegurar su reelección en noviembre. Su pragmatismo llegó al límite, ahora está obligado a mantener su postura radical que ya asusta incluso a sus aliados, con la sola excepción de Israel, realidad que le abre posibilidades al demócrata Joe Biden de convertirse en el salvador de una catástrofe anunciada, no sólo para el pueblo estadounidense sino para la humanidad. Pero tal “salvación” tendrá costos también muy altos; recuperar la gobernabilidad interna no será posible en el corto plazo, las presiones de los desplazados por el gobierno de Trump serán cada vez más fuertes en la medida que vean incumplidas sus expectativas de cambio.
TRIUNFE O PIERDA TRUMP SEGUIRÁ LA INESTABILIDAD
La dinámica de inestabilidad política activada por Trump, y la económica derivada de la pandemia y sus consecuencias, seguirán un buen tiempo después del triunfo o la derrota de Trump. Peor aún si el calentamiento de las provocaciones al gobierno de Xi Jin Ping se mantienen como hasta ahora. Quedan tres meses para que los patrocinadores de Trump decidan cuál será su decisión al final del proceso electoral en marcha, en el que mucho de lo que dice y hace Trump se fundamenta en el propósito de asegurar su reelección.
Como quiera que sea, América Latina seguirá bajo la mira del Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe, sea quien sea el que salga victorioso en la negociación en que se han convertido las elecciones en la nación vecina. El gobierno del presidente López Obrador estará en grave riesgo gane quien gane, paradójicamente más con los demócratas, no por el favor que le hizo a Trump con su visita a la Casa Blanca, sino porque tan imperialistas son unos como los otros. La única defensa para contrarrestar sus ataques será la fortaleza del régimen de la Cuarta Transformación.
Esto dependerá exclusivamente de la voluntad del propio mandatario para cumplir sus compromisos con el pueblo y no perder su apoyo, como puede suceder si sus expectativas son malogradas. Es un imperativo ineludible contar con una base política que sirva de muro de contención a la ultra derecha entreguista.
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