Guillermo Fabela Quiñones
APUNTES…
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), “por primera vez todas las regiones del mundo están en recesión”. La directora-gerente del organismo, Kristalina Georgieva, en su informe presentado la semana pasada, advirtió: “Todos los países deberían asegurarse de que sus sistemas sanitarios cuenten con recursos adecuados”. Luego lanzó el anzuelo agiotista: “El organismo cuenta con 5 mil 500 millones de dólares para 17 países de América Latina afectados por la crisis”.
El FMI pronosticó que México enfrentará la segunda recesión más profunda desde 1932, cuando la economía se contrajo 14.8 por ciento. Se prevé que caiga 10.5 por ciento. En el conjunto de naciones latinoamericanas, el promedio sería de 9.3 por ciento. En la actualidad hay 2 mil millones de personas con empleo informal, la tendencia es que aumente ese volumen. Reconoció que China es el único país en el mundo cuya economía crecerá, aunque a un nivel de sólo 1 por ciento.
LA DERECHA SÓLO MANIFIESTA SU IMPOTENCIA
Aquí en México, la derecha que añora el pasado por ser la única beneficiaria de las políticas públicas de gobiernos reaccionarios y corruptos, se desgañita gritando consignas contra el régimen de la Cuarta Transformación, como se está haciendo costumbre los fines de semana, cuando en sus vehículos demostrativos de su alto nivel de vida salen a las calles a exigir la renuncia del presidente López Obrador, disque por “inepto” y pretender llevar al país a un nivel similar al de Venezuela.
La realidad está demostrando que el mandatario antepone los intereses nacionales a los de coyuntura política sin trascendencia, una vez que logró capotear el temporal del conservadurismo tendiente a sacarlo de sus casillas con provocaciones bien orquestadas. No cayó en ninguna de ellas, aunque sí frenó su desempeño en favor de avances más profundos en la democratización del sistema político, que en este momento demuestra su acierto. La cúpula oligárquica se tragó su rabia porque López Obrador no cedió a sus pretensiones clasistas, sin que se rompieran lanzas.
A dos años del triunfo en las urnas que lo llevó a Palacio Nacional, el Presidente sigue su estrategia de apuntalar los cimientos del régimen que busca un cambio estructural para enfrentar los retos del siglo XXI. Este reto es impensable sin la democratización a fondo del país, sin un Estado incluyente, con instituciones que sirvan a toda la sociedad no sólo a las élites como en la etapa neoliberal.
CON AMLO, ENTENDIMIENTO SIN PRESIONES
Así lo comienzan a entender los líderes del sector privado, al darse cuenta que con López Obrador se pueden llegar a entender perfectamente, aunque tengan que ceder parte de sus canonjías que a final de cuentas no los perjudican en su interés fundamental: mantener su actividad empresarial con ganancias menos cuantiosas pero legitimadas por los aportes a la sociedad.
A final de cuentas, es más conveniente el beneficio que les reporta un régimen consolidado por la fuerza del derecho, que otro dedicado expresamente a servirlos pero cuestionado públicamente por su nulo apoyo en la sociedad. Este hubiera sido el caso de haberse avalado un nuevo fraude electoral el primero de julio de 2018. Ahora lo comprenden perfectamente, de ahí que comiencen a proceder con prudencia, en reciprocidad con la misma actitud demostrada por el mandatario desde el inicio de su mandato.
Así lo entienden los consejeros menos obtusos de Donald Trump en la Casa Blanca, de ahí la invitación de éste a su homólogo mexicano, quien ha sido un factor importante en una relación bilateral más razonable para ambos países. Lo que no hubiera sucedido con un mandatario espurio, mantenido en el poder con Fuerzas Armadas divididas, mucho menos con el estilo provocativo de Trump.
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